Convivía con problemas de salud desde hace meses. Nació en Roma en 1930. Fundó un imperio con patas en la construcción, el negocio automotriz y la obra pública. Tuvo vínculos con todos los gobiernos desde los 70.
A lo largo de casi sesenta años creó y manejó más de cien empresas. Muchas fueron un éxito y otras un desastre. Alternó en terrenos tan distintos como la construcción, la fabricación y venta de automóviles, el correo, los residuos, el capital financiero, la obra pública o los electrodomésticos, y supo adaptar sus sueños y ambiciones, sus éxitos y fracasos, sus esperanzas y decepciones según los vientos que soplaran en un país en el que soplaron vendavales y en el que en seis décadas pasó por todo: Estado presente, Estado ausente, economía abierta, economía cerrada, dictablandas, dictaduras, democracias esperanzadas, autoritarias, violentas, corruptas o estúpidas.
A fines de los años ochenta Argentina ardía en la hiperinflación y Franco Macri fue elegido por una encuesta entre hombres de negocios locales como “el empresario de la década”. La elección tenía fundamentos concretos: Socma (Sociedad Macri) era uno de los grupos empresariales que más había crecido durante la “década perdida”. Pasó de ser una empresa constructora mediana en los años setenta a transformarse en un complejo diversificado que controlaba la principal empresa automotriz del país (Sevel), una de las mayores constructoras (Sideco), y la recolectora de residuos Manliba, entre muchas otras. Macri no sólo tenía un presente brillante, también vislumbraba un futuro promisorio de cara a la reforma del Estado y la liberalización que se anunciaba de forma casi inexorable. Fue en esos años cuando Macri padre sufrió un infarto y la salud pasó a ser, probablemente, su mayor preocupación. Pero tenía un heredero, el niño Mauricio, al que venía fogueando en el grupo desde hacía años.
El perfil de Franco Macri nunca se ajustó a la imagen del empresario tradicional de Argentina, que tiene varias generaciones de propietarios y se relaciona con las familias patricias. Nació en un hogar de clase media de Roma, y llegó al país a los 18 años siguiendo a su padre, que había emigrado a Buenos Aires unos años antes. Comenzó a trabajar joven en empresas de la construcción y no terminó la carrera universitaria que le quitaba el sueño (ingeniería, claro). Su vida empresarial se inició como subcontratista de otras firmas constructoras más importantes. Poco después, mientras construía una planta para Loma Negra cerca de Tandil, Macri se casó con Alicia Blanco Villegas, integrante de una de las tradicionales familias terratenientes de la zona. Mauricio, el primer hijo de la pareja, nació en 1958.
Aquella empresa de Macri (Demaco) tuvo su primer gran hito en 1964, cuando se asoció con la multinacional Fiat para formar la constructora Impresit-Sideco. Desde entonces participó en importantes proyectos de infraestructura, como la edificación de las centrales nucleares de Atucha y Embalse, impulsadas por el gobierno de Onganía. Durante la década del setenta, a medida que la situación macroeconómica empeoraba, el grupo impulsó una fuerte diversificación, incursionó en negocios inmobiliarios, producción petrolera y servicios públicos.
Pero el principal punto de inflexión llegaría en 1982, cuando la automotriz Fiat decidió abandonar Argentina y el grupo Macri se hizo cargo de la producción de sus autos y los de la marca francesa Peugeot. Franco pudo adquirir el control de Sevel con las facilidades que le dio la transnacional italiana, preocupada por los costos económicos y políticos que implicaría un eventual cierre de fábricas y concesionarios (como ya había pasado con la retirada de General Motors unos años antes). Durante los años ochenta Sevel –ajuste de plantilla laboral y estatización de la deuda mediante– pasaría a ser el emblema del grupo y una de las empresas industriales más importantes del país. El pragmatismo de Macri también operó en el terreno político. Durante la dictadura incorporó al grupo a varios ex dirigentes de la Juventud Peronista (Carlos Grosso y Octavio Bordón, entre otros) convencido de que los militares caerían en algún momento y el peronismo volvería al poder. A pesar del triunfo de Alfonsín, Macri continuaría apoyando a estos dirigentes que encabezarían la renovación peronista y, a fines de la década del ´80, llegarían a puestos claves en el gobierno de Menem.
Macri formó parte de los empresarios de peso que apoyaron con entusiasmo las reformas neoliberales, sin embargo terminó afectado por la apertura comercial y la llegada de los gigantes multinacionales. Los primeros años tuvieron un sabor agridulce: gracias a su capacidad de lobby logró la sanción de un régimen especial para el sector automotriz, que le permitió sortear exitosamente la apertura y beneficiarse por el repunte en el consumo. Pero su participación en las privatizaciones fue decepcionante. Si bien ganó la concesión de algunas rutas y participaciones en empresas menores, perdió su principal apuesta: la privatización de Obras Sanitarias de la Nación. La recompensa vendría unos años más tarde en uno de las últimas y más controversiales privatizaciones de la era menemista, el correo. Esta victoria derivó en un desastre empresarial.