Esta mujer comenzó su negocio con un capital de 6 chelines -lo cual equivale a un valor menor al de un dólar- cuando en la década de 1930 vendió su primer tarro de mermelada.
Estaba decidida a expandir su emprendimiento de mermelada y jugo de naranja pero necesitaba un préstamo para aumentar la producción y este crédito era difícil de conseguir para las mujeres con pocos recursos económicos pero finalmente logró obtener el dinero que le permitió instalar su empresa, Industrias Nkulenu.
Esta empresaria y defensora de la microcrédito, logró consolidarse como un referente y asesora de otras mujeres que, como ella, buscaban desarrollar sus propios negocios. Después de viajar a Inglaterra para aprender las últimas técnicas en el procesamiento de alimentos, «Tía Ocloo» volvió a su país y compartió esas habilidades con otras mujeres ghanesas: les enseñó todo lo que sabía acerca de iniciar y dirigir un negocio para que cada una pudiera ampliar su propio negocio.
El impacto que generó esta mujer fue de tanta magnitud que en 1975 la invitaron a la primera Conferencia Mundial de la Mujer de la Mujer. Ella era consciente de que si las mujeres contaban con el financiamiento necesario para desarrollarse económicamente, su prosperidad y salud podría mejorar y, así, se elevaría la calidad de vida de toda la comunidad. El obstáculo con el que se encontraba es que las mujeres eran, a menudo, ignoradas por los bancos cuando iban a pedir un préstamo.

Por eso, en 1979, Esther ayudó a fundar y se convirtió en presidenta de la Junta Directiva del Women»s World Banking que proporciona a millones de mujeres de bajos recursos los pequeños préstamos necesarios para alcanzar sus metas financieras.