«El que sabe simplifica y el que no complica» reza el dicho popular, y bajo esta premisa quiero compartir este mensaje, que por ahí en el día a día no damos mucha importancia porque no impactan inmediatamente sino que las consecuencias vienen más tarde; y más aún cuando estos fallos y arbitrajes son tomados desde un lugar de poder que seguramente afectará la vida de toda una comunidad, es por eso que estas disposiciones o medidas demandan mucha responsabilidad, criterio e inteligencia, dicen que la falta de inteligencia puede ser compensada cuando hay capacidad de sensatez, el problema se potencia cuando dichas falencias van abrazadas. Para resolver un problema siempre hay que tomar decisiones y buscar estrategias para encontrar una salida eficaz, y en esta búsqueda nos encontramos con dos clases de medidas, las decisiones sabias por un lado (que simplificarán el problema) y las otras, no tan sabias por otro lado, (que complicarán dicho problema), aquí habría que ver la intencionalidad de las personas que tomarán estas decisiones, y cómo afectará y que impacto tendrá en la sociedad cuando es tomada; las dos tienen el mismo propósito, solucionar; ahora bien, dicen que las medidas sabias son simples y sencillas, están despojadas de egoísmos e intereses personales, y que darán en la tecla del problema y consecuentemente una decisión acertada, en cambio las decisiones no sabias están cargadas de necedad, imprudencia e insensatez, y que es muy probable que se cometan errores. Ser guía o líder de cualquier organización en alguna repartición que tiene que ver con el pueblo, o sea pública, implica sencillez, apertura, criterio y mucha sensatez, y por sobre todas las cosas despojada de intereses personales. El vacilar, abusar del privilegio del poder, ser autoritario, son algunos indicadores que demuestran algunas debilidades de guías que cumplirán con la premisa de que «El que sabe simplifica y el que no complica»