El mundo ha cambiado, y con ello, la política tradicional que conocíamos también se ha transformado. Lamentablemente, resulta penoso observar cómo algunos dirigentes siguen cegados, repitiendo las mismas narrativas arcaicas de una política progresista que, en muchos casos, ha fracasado en nuestro país. Como bien dice una conocida frase popular: «Miran, pero no ven, escuchan, pero no oyen». Esta reflexión resume perfectamente lo que muchos de nuestros diputados sin preparación, viven día a día: un alejamiento de la realidad y una desconexión con las demandas y aspiraciones del pueblo.

La sociedad ha cambiado, y con ella, sus valores, prioridades y expectativas. Aquellos que insisten en aferrarse a un discurso político anticuado no logran comprender que el ejercicio del poder debe evolucionar para estar a la altura de los tiempos. Los mismos relatos que alguna vez fueron efectivos hoy resultan obsoletos, desentonando con una población cada vez más exigente y consciente de sus derechos y necesidades.

Editorial del Día: Narrativas que ya no convencen: Un llamado a la renovación política imagen-1

Un ejemplo claro de esta desconexión es la utilización de temas como el feminismo, derechos e igualdad, frases como “mujer empoderada” inclusión” “estado presente” etc que han sido elevados a un pedestal dentro del debate político. Sin embargo, no siempre con la sinceridad o profundidad que estos merecen. En muchos casos, estos valores se emplean de manera estratégica para hacer política, sin un compromiso real con el cambio que realmente se necesita. La inclusión de estos temas, lejos de ser una verdadera búsqueda de justicia social, termina siendo un medio más para obtener apoyo sin comprometerse con soluciones efectivas.

El verdadero desafío para los dirigentes actuales es reconocer que la política no puede seguir en el mismo carril. Es imperativo que comprendan que el poder debe ser ejercido de una manera diferente, más honesta, y más cercana a las preocupaciones reales de la gente. La gente ya no está dispuesta a seguir creyendo en viejas promesas vacías, y los relatos que ya no convencen, solo aumentan la brecha de desconfianza.

Es hora de repensar la política, de dejar atrás los discursos desgastados y de comenzar a construir una nueva narrativa que refleje la realidad de un país que, aunque tiene una historia, está profundamente enfocado en el futuro. Un futuro donde el poder sea sinónimo de transformación genuina, de progreso verdadero, y de respeto a los derechos fundamentales de todos los ciudadanos.