Claro está que cada ser humano vive de acuerdo a su propia visión del mundo que lo rodea, vamos creando nuestra realidad, vamos armando nuestro cielo o nuestro infierno, cada cual va caminado en el mundo derramando optimismo o pesimismo.
Según(W. Churchil) “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; en cambio un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.
La visión pesimista sostiene que vivimos en el peor de los mundos posibles, que el lugar en el cual habita NO ES “UN LUGAR PARA VIVIR”. Siempre la ciudad vecina es la ideal, que la comida es más sabrosa, que la policía es más justa, que la educación es mejor, que los bomberos son más rápidos, que las fiestas son más divertidas, que los jóvenes son más respetuosos, que las plazas son más lindas, y así podríamos enumerar muchos ejemplos.
Pero lo que ignora dicho sujeto es que el problema está en su pensamiento y en su corazón, y que el cambio está en él y no en el lugar en el cual habita.
Vivir en perpetua competencia contra todo el mundo, anhelar espacios de otros, da señales de una persona inmadura, y su sufrimiento condiciona enormemente su personalidad, se sienten continuamente amenazadas por los éxitos, la vida y la felicidad de los demás, generando críticas pesimistas de la realidad.
En síntesis Cada persona tiene la libertad de ver el mundo como quiere, pero aquellos que trabajan con jóvenes, tienen la obligación moral de transmitir esperanzas.
Algunos dicen que el pesimista por mas conocimiento que acumule, carga con una cuota importante de ignorancia, según Confucio sabio pensador Chino “La ignorancia es la noche de la mente: pero una noche sin luna y sin estrellas”.
La Mision